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Las flores: Un baile de emociones que colorea mi existencia
Desde mi tierna infancia, las flores han sido un hechizo irresistible, un torrente de emociones que inunda mi vida de color e ilusión. Recuerdo con nitidez mis primeros pasos en el campo, fascinada por la explosión de colores y aromas que brotaba de la tierra. Recogía flores silvestres con fervor, creando ramilletes vibrantes que adornaban nuestro hogar y llenaban de alegría a mi madre. Los domingos, mi padre nos llevaba al parque, mi hermana y yo con nuestros vestidos de domingo y coletas impecables. Allí, entre juegos y risas, nos sentábamos en la hierba a recolectar margaritas, creando un universo mágico a nuestro alrededor. En el jardín de mi casa, las rosas reinaban con su fragancia celestial, un aroma que se impregnaba en mi memoria y que aún hoy me transporta a un oasis de paz.
Al crecer, mi fascinación por las flores se convirtió en una pasión irrefrenable. Me formé en el arte floral, aprendiendo los secretos de cada especie, su lenguaje simbólico y su poder para expresar las emociones más profundas. Descubrí que cada ramo es una obra de arte única, un lienzo en blanco donde plasmar las historias y sentimientos de cada persona.
Las flores son más que simples adornos, son un lenguaje universal que nos acompaña desde el principio hasta el final de la vida. Celebran la llegada de un nuevo ser al mundo con su pureza y ternura. En el amor, son el símbolo perfecto de la pasión, la entrega y el compromiso. En los momentos difíciles, ofrecen un consuelo y una esperanza que brota de la tierra misma. Y en el último adiós, se convierten en un homenaje póstumo que llena de belleza y respeto la despedida.
Las flores han sido mi brújula en los momentos más difíciles de mi vida. Su fragancia me ha dado la fuerza para seguir adelante, incluso cuando las olas amenazaban con ahogarme. Su belleza me ha inspirado a crear, a soñar y a encontrar la alegría en los pequeños detalles. Su magia me ha recordado que la vida es un regalo que hay que celebrar cada día.
Hoy en día, soy una florista apasionada que encuentra en su trabajo una fuente inagotable de satisfacción. Cada ramo que diseño es una expresión de mi alma, una oda a la vida y a las emociones que nos hacen vibrar. Me siento afortunada de poder compartir mi pasión con el mundo, de convertir las flores en mensajeros de alegría, amor y esperanza.
Rodeada de flores, mi corazón se llena de paz y felicidad. Verlas florecer, sentir su textura suave y percibir su aroma embriagador es una experiencia que me conecta con la esencia de la vida. Mi trabajo no es solo un oficio, es una forma de expresión, una danza con las emociones que me permite compartir mi universo interior con el mundo.
Las flores son mi pasión, mi refugio y mi fuente de inspiración. Ellas me han enseñado que la belleza reside en los detalles, que la vida es un regalo que hay que celebrar y que el amor es la fuerza más poderosa que existe.
